El impacto del cibercrimen a nivel global sigue creciendo a un ritmo alarmante. De acuerdo con proyecciones de Cybersecurity Ventures, los costos derivados de actividades cibercriminales alcanzarán los 10.5 billones de dólares anuales para 2025, un incremento considerable si se compara con los 3 billones registrados en 2015.
Para dimensionar este fenómeno: si el cibercrimen se considerara una economía, sería la tercera más grande del mundo, solo detrás de Estados Unidos y China.
El costo del cibercrimen incluye desde robo de dinero y datos confidenciales hasta interrupciones operativas, pérdidas de productividad, extorsión, fraude, investigación forense y daño reputacional. Según los expertos, este será el mayor traslado de riqueza económica en la historia moderna, superando incluso las pérdidas anuales causadas por desastres naturales y el valor del mercado global de narcotráfico.
Una de las formas de ciberataque que más ha crecido es el ransomware, un software malicioso que bloquea el acceso a sistemas o datos y exige un rescate para su liberación. Los daños provocados por este tipo de ataques se estimaron en 5 mil millones de dólares en 2017 y alcanzaron los 20 mil millones en 2021, con predicciones de que ocurrirá un ataque de ransomware cada 11 segundos.
Casos recientes han demostrado que las consecuencias van más allá de lo económico. En 2020, un ataque de ransomware contra un hospital en Alemania provocó la muerte de una paciente tras no poder ser atendida a tiempo.
El crecimiento exponencial de la conectividad es otro factor de riesgo. Para 2025 se espera que el mundo almacene 200 zettabytes de datos, mientras que la cantidad de dispositivos conectados superará en tres veces a la población humana.
Esta expansión masiva de la llamada “superficie de ataque” incluye no solo computadoras y smartphones, sino también vehículos, redes eléctricas, sistemas de transporte y todo tipo de dispositivos conectados a internet, complicando aún más la labor de protección.
Aunque la inversión mundial en ciberseguridad ha aumentado —pasando de 3.5 mil millones de dólares en 2004 a más de 120 mil millones en 2017—, sigue sin alcanzar el ritmo de crecimiento de las amenazas. Se estima que entre 2017 y 2021, el gasto global en soluciones y servicios de ciberseguridad superó el billón de dólares.
El sector salud, por ejemplo, es uno de los más vulnerables por sus sistemas desactualizados y la urgencia de proteger información sensible. Se proyecta que esta industria destinará 125 mil millones de dólares entre 2020 y 2025 para fortalecer su seguridad digital.
Las pequeñas y medianas empresas también enfrentan serios riesgos. En Estados Unidos, existen 30 millones de PYMES, y más de la mitad ha sufrido algún ciberataque en los últimos dos años. Lamentablemente, el 60 % de ellas cierra operaciones seis meses después de un ataque.
Según especialistas, muchas de estas organizaciones carecen de recursos y conocimientos para enfrentar amenazas digitales, siendo blanco fácil para fraudes, robos de identidad, ransomware y ataques de phishing.
Ante la escasez de personal especializado en ciberseguridad —con más de 500,000 vacantes solo en EE.UU.—, las empresas están recurriendo a soluciones de inteligencia artificial y aprendizaje automático. Estas tecnologías permiten analizar enormes volúmenes de datos en tiempo real, detectar patrones sospechosos y anticipar amenazas antes de que generen daños mayores.
Finalmente, los expertos coinciden en que la seguridad digital debe ser una prioridad en los consejos directivos y las áreas estratégicas de las empresas. El verdadero valor de una organización depende, en gran parte, de su capacidad para proteger sus datos y sistemas críticos.
En un mundo cada vez más digital y vulnerable, no basta con tener un CISO (Chief Information Security Officer). Se necesita una cultura corporativa que valore la ciberseguridad desde la toma de decisiones hasta la operación diaria.
Encuentra la nota aquí: https://cybersecurityventures.com/cybercrime-damage-costs-10-trillion-by-2025/
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