La historia del capitalismo está marcada por revoluciones tecnológicas que han redefinido el panorama empresarial. Desde el surgimiento de las grandes corporaciones en el siglo XIX, impulsadas por la maquinaria y las redes de transporte, hasta la era digital, que permitió la externalización y el uso de plataformas en línea, la estructura de las empresas ha evolucionado constantemente. Ahora, nos encontramos en la cúspide de una nueva era, una donde la inteligencia artificial generativa está empoderando a un nuevo tipo de emprendedor: el solopreneur.
El caso de Sarah Gwilliam es un ejemplo perfecto de esta nueva ola. No es ingeniera de software ni experta en inteligencia artificial, pero tras la muerte de su padre, tuvo una idea para una startup, Solace. Esta compañía de IA generativa está diseñada para ayudar a las personas a gestionar su duelo y organizar los asuntos de sus seres queridos fallecidos. Suena simple, pero el impacto es profundo: es como una planificación de bodas, pero para funerales.
Lo más fascinante es que su empresa está siendo construida casi en su totalidad por la IA. A través de una incubadora impulsada por IA llamada Audos, Sarah no solo recibió apoyo en capital potencial, sino que los agentes de IA la asistieron con el desarrollo del producto, ventas, marketing y tareas administrativas, eliminando por completo la necesidad de contratar personal. La IA se ha convertido, en efecto, en su cofundadora.
En Silicon Valley, a estos fundadores independientes ya se les llama solopreneurs. La gran apuesta en los círculos tecnológicos es que alguno de ellos logre crear el primer unicornio —una empresa privada valorada en más de 1.000 millones de dólares— sin un solo empleado humano.
El objetivo es que la IA democratice el emprendimiento, reduciendo tanto los costos y la complejidad que cualquiera pueda lanzar un negocio. Al igual que la llegada de plataformas como YouTube permitió que cualquiera se convirtiera en creador de contenido, la IA busca hacer lo mismo con el mundo de los negocios. Este es un soplo de aire fresco en un panorama empresarial a menudo dominado por grandes corporaciones.
Las revoluciones tecnológicas tienen un historial de sacudir las estructuras empresariales. Ronald Coase, un economista británico, argumentaba en 1937 que las grandes corporaciones existían por la eficiencia de consolidar el trabajo internamente. Sin embargo, con el auge de las comunicaciones digitales, eso comenzó a cambiar. Las empresas pudieron externalizar la producción, el marketing (a través de Google) y los servicios de cómputo (con Amazon Web Services).
Ahora, la IA promete acelerar esa tendencia. Los agentes semi-autónomos proporcionados por Silicon Valley están permitiendo a las empresas realizar la misma cantidad de trabajo con menos empleados. Henrik Werdelin, cofundador de Audos, describe la IA como la próxima ola en esta “democratización”: "Ya no necesitas saber programar, ni necesitas saber usar Photoshop, porque puedes conseguir que la IA te ayude con eso".
La IA ya no es solo una herramienta, sino que se está convirtiendo en un verdadero "socio" de negocios. Karim Lakhani, de Harvard Business School, imparte un curso donde los ejecutivos utilizan IA generativa para construir una empresa de snacks en solo 90 minutos, realizando investigación de mercado, generando recetas, encontrando proveedores y diseñando empaques.
Un estudio realizado por Lakhani con 776 profesionales de Procter & Gamble demostró que la IA aumenta significativamente el rendimiento, permitiendo que un individuo con herramientas de IA iguale el desempeño de un equipo de dos personas sin ella. Esto valida la idea de que la IA actúa más como un compañero de equipo que como una simple herramienta.
En una era donde la financiación se ha vuelto más cara, la eficiencia se ha convertido en un símbolo de éxito. Peter Walker de Carta, una plataforma que ayuda a las startups a gestionar su propiedad, comenta que "antes los fundadores se jactaban de cuántos empleados tenían. Ahora es una medalla de honor decir: 'Mira lo poca gente que trabaja para mí'".
Según datos de Carta, el tiempo promedio que tardan los fundadores en contratar a su primer empleado ha pasado de menos de seis meses en 2022 a más de nueve meses en 2024. Casos como Base44, una startup de codificación nativa de IA, vendida a Wix por 80 millones de dólares con solo ocho empleados, refuerzan esta tendencia de que un equipo pequeño y eficiente puede generar un valor enorme.
A pesar de las promesas, no todo es un camino de rosas.
A pesar de los riesgos, emprendedores como Sarah Gwilliam ven en la IA una oportunidad única para materializar ideas sin grandes equipos ni conocimientos técnicos.
La carrera por el primer unicornio de una sola persona ya ha comenzado. El camino por delante está lleno de promesas y peligros, pero una cosa es segura: la forma en que se construyen las empresas está cambiando para siempre. ¿Será posible que en los próximos años veamos a un solopreneur alcanzar la cima de la industria? La respuesta a esa pregunta podría reescribir la historia del emprendimiento.
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