La mañana de este lunes, el mundo de la economía se volcó hacia la figura de Philippe Aghion, investigador del Collège de France, INSEAD y la London School of Economics, quien fue galardonado con el Premio Nobel de Economía 2025. Aghion, junto a su colega Peter Howitt, recibió el prestigioso reconocimiento por su fundamental "teoría del crecimiento sostenido a través de la destrucción creativa", un concepto que ha redefinido nuestra comprensión sobre por qué algunas economías prosperan a largo plazo y otras se estancan.
En una entrevista exclusiva con BBC Mundo, el economista francés expresó su sorpresa, pero su teoría es todo menos inesperada. Se basa en una observación histórica simple: el mundo ha experimentado un crecimiento económico sin precedentes en los últimos 200 años, y la clave de ese desarrollo radica en un flujo constante de innovación que desmantela lo antiguo para abrir paso a lo nuevo.
El concepto de destrucción creativa no es nuevo —fue popularizado por Joseph Schumpeter—, pero el trabajo de Aghion y Howitt consiste en haber construido un modelo matemático robusto que explica y cuantifica este fenómeno. En esencia, la teoría sostiene que:
El crecimiento económico sostenido surge de la innovación tecnológica, la cual es intrínsecamente destructiva.
Durante la mayor parte de la historia, los grandes descubrimientos eran esporádicos y el crecimiento se detenía. La Revolución Industrial cambió esto al crear un ciclo interminable de progreso. En este ciclo:
Para Aghion, esta entrada constante de "nuevos talentos" y competidores es crucial. "Si tienen éxito, pueden reemplazar a los demás", comenta el economista, y ese constante desafío es el verdadero motor de crecimiento.
El concepto de destrucción creativa es particularmente relevante hoy, en plena explosión de la Inteligencia Artificial (IA). La expansión de la IA representa una nueva ola de innovación que, si bien promete industrias y empleos inéditos (como el comercio electrónico surgió con Internet), también genera temores legítimos sobre la pérdida temporal de empleos y una posible burbuja tecnológica.
Frente a la preocupación de un "crash" financiero al estilo de 1929 o 2008, Aghion se muestra cauto pero optimista. Él recuerda que la crisis de las puntocom de hace 25 años terminó siendo un período de innovación crucial. Para el Nobel, las burbujas no son un problema fatal si no están basadas en un sobre-endeudamiento excesivo.
"Le tengo más temor al estancamiento económico que a un gran desastre financiero", argumenta Aghion, sugiriendo que la parálisis es un riesgo mayor que la disrupción.
Mirando al presente, Aghion identifica la mayor amenaza al crecimiento basado en la innovación: el proteccionismo. Las políticas que restringen la entrada de nuevos competidores o talentos y que imponen aranceles (como algunas impulsadas por EE. UU.) ahogan la competencia y, por lo tanto, la innovación.
El economista hace un llamado a regiones como Europa a "aprender a jugar de manera inteligente". El desafío que plantean potencias como China y EE. UU. debería ser un "estímulo para unirnos y ser mucho más innovadores".
Aghion concluye con una nota de entusiasmo, señalando que cada vez más países están comprendiendo la importancia del crecimiento basado en la innovación. No obstante, para que este crecimiento sea verdaderamente sostenido, el economista sugiere que la próxima ola de destrucción creativa debe enfocarse en innovaciones medioambientales, alineando el progreso económico con la urgencia climática del siglo XXI. La destrucción creativa es indispensable, pero su dirección debe ser ética y sostenible.
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