Hace apenas una década, ir al banco significaba apartar tiempo en la agenda, tomar turno y esperar pacientemente en una fila. Hoy, el banco ya no es un edificio: es un ícono en la pantalla de nuestro móvil. Entramos a la aplicación casi sin pensarlo, con la misma naturalidad con la que abrimos Instagram o WhatsApp. En cuestión de segundos pagamos un servicio, transferimos dinero o revisamos nuestro saldo.
La banca digital se ha convertido en una extensión de nuestra rutina diaria. Realizamos una encuesta para conocer la perspectiva del fraude de las personas en la era moderna. Nuestra encuesta reveló que, el 45.24% de los usuarios consultaron sus aplicaciones bancarias al menos una vez al día. Nunca antes habíamos tenido tanto control de nuestras finanzas… y, sin embargo, nunca antes habíamos sentido tanto miedo de perderlo todo con un solo clic.
Porque detrás de esa comodidad se esconde una sombra: el fraude digital. El 30.95% de los encuestados confiesa sentir una gran preocupación por ser víctima de un fraude, incluso mientras siguen confiando en su app bancaria todos los días. Esa es la paradoja de nuestra era: cuanto más dependemos de la tecnología, más dudas tenemos sobre si podemos confiar plenamente en ella.
“Pensé que nunca me pasaría a mí”. Seguro que has escuchado esa frase más veces de las que imaginas. Lo que parecía un riesgo lejano, algo que solo le ocurría a otros, hoy es una realidad que toca cada vez más personas. El fraude digital ya no es un rumor ni una noticia aislada: es un fenómeno que afecta a nuestra vida cotidiana.
Nuestra última encuesta lo confirma de manera contundente: el 61.90% de las personas ha sido víctima directa de algún tipo de fraude digital. Pero la cifra no se queda ahí. Cuando hablamos de amigos, familiares o conocidos, el número sube: el 64.20% asegura que alguien cercano ha sufrido un fraude.
Los números cobran verdadera dimensión cuando los convertimos en historias, cuando imaginamos la angustia detrás de cada porcentaje. Entre los casos reportados por nuestros encuestados:
Pero detrás de estas estadísticas hay algo que los números no pueden capturar: las horas de angustia, las llamadas interminables al banco en la madrugada, la impotencia de sentir que alguien más controla tu información, y la sensación de vulnerabilidad que persiste incluso después de recuperar el dinero (cuando eso sucede).
El fraude digital no es un “problema de otros”. Es un riesgo real, cotidiano, y cada cifra representa una historia de pérdida, miedo y aprendizaje.
El impacto del fraude va más allá del dinero. Es un golpe a la confianza, una herida invisible que transforma la relación con la banca digital.
Nuestra encuesta muestra que el 58.62% de las víctimas asegura que ahora son más cuidadosos con las apps que usan a medida que su confianza ha disminuido después de haber sido atacados. Y lo más revelador: el 65.43% de los usuarios afirma que dejaría de usar una app si supiera que no protege bien su información.
La seguridad digital ya no es un extra, ni un detalle más del branding de un banco. Es el pilar sobre el cual se construye la relación con el usuario. Si esa base se quiebra, el usuario no solo pierde dinero: pierde confianza, y la relación con el banco desaparece. Cada interacción deja de ser un gesto cotidiano y se convierte en un recordatorio de que la seguridad nunca puede ser opcional.
Cuando la desconfianza se instala, las acciones cambian. Revisar cada notificación, desconfiar de emails legítimos, dudar antes de descargar una nueva app: pequeños rituales diarios que antes parecían exagerados, pero que ahora se sienten necesarios. Algunos buscan protección extra, activan alertas, cambian contraseñas constantemente; otros incluso detienen por completo sus operaciones digitales hasta sentirse seguros nuevamente. El miedo transforma la rutina digital en un ejercicio de vigilancia constante, y cada clic se convierte en una decisión calculada.
En ese momento, el usuario deja de navegar tranquilo y pasa a vivir una relación marcada por la prevención, donde cada interacción con la banca digital es un recordatorio de que la seguridad es la primera línea de defensa.
Nuestra encuesta revela que muchos están tomando medidas activas para protegerse.
Y cuando el fraude ocurre, la reacción es inmediata:
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Los usuarios están aprendiendo, adaptándose y respondiendo. Pero aún falta camino por recorrer: muchos desconocen prácticas básicas de ciberseguridad o no saben identificar un intento de phishing hasta que es demasiado tarde.
La banca digital es uno de los grandes avances de nuestro tiempo. Nos da autonomía, La principal pregunta que hoy debemos hacernos no es solo cómo hacer más rápida o eficiente la banca digital, sino si nuestro usuario está realmente seguro. Cada clic, cada transacción, cada login debería sentirse tan confiable como abrir la puerta de tu casa. No se trata solo de prevenir pérdidas económicas: se trata de proteger la tranquilidad, la confianza y la vida digital de las personas.
En Unico México creemos que la seguridad no es un extra ni un detalle opcional: es la base sobre la cual se construye toda la experiencia del usuario. Por eso, la solución empieza desde el onboarding, donde la primera impresión define la confianza del usuario. Implementar tecnologías innovadoras como la biometría facial, la verificación en tiempo real y procesos intuitivos de registro no solo protege, sino que también transforma la experiencia, haciendo que cada usuario se sienta seguro desde el primer momento.
Innovar el onboarding significa anticiparse a los riesgos, reducir fricciones y ofrecer una experiencia que combine comodidad y protección, donde la tecnología no sea un obstáculo, sino un aliado que garantiza que la confianza digital no se rompa nunca.
La pregunta que queda para ti como líder es: ¿estás seguro de que tu seguridad digital protege realmente a tus usuarios y les brinda la confianza que necesitan desde el primer clic?
Encuesta realizada a 85 personas de diferentes sectores y estratos sociales, por Unico México, 2025.
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